Los poemas nacen filos, filosos y filosóficos. Son pensamientos ralos, especiales, raros.
Fueron paridos en un año muy ardiente, de despojos, de abandonos, de soledades y solitudes, de verdadero cariño, de ausencias notables y presencias fantásticas.





Despertar de mambo y construir frases que calen hondo sin que necesariamente haya que analizar demasiado ni que entiendas nada.



Surgieron, la mayoría, en un bus. Se encendieron a despojadas horas mañaneras de pensamientos, pero sí de cargas emotivas, fracasadas, vacías que, sin embargo, llenaron algo de los anotadores que cargaba en el morral.



Se despojan los vientos aquí. No hay tempestades más que las del placer y las de sentir.



Solo eso.


Como me dijo una tarde Rick Davies: 
"Enjoy the show!".




















img: MG Flor

La sombra se adelanta

La sombra se adelanta
Como escapando de mí
Esta vez voy despacio
Bajando persianas 
Cerrando las puertas
De aquellas sombras
Que llegan cuando estan mal
Y jamas regalan un "Cómo estás"
Porque están atrapadas en si
En sus propios ombligos
En sus vagas creencias
En sus quejas constantes
Y no ven que te duele también. 
Hoy las sombras se queman en el sol
Solo por hoy se queman
Para volver a despertar 
Al cobijo de lo que será



Diego TL
img: Sebastián Scott

El verso de la gente

El verso de la gente. 
No puedo creer que pinten una función.
Te dicen A y hacen C.
Te tiran B como alternativa y hacen la Jota.
Regalan esperanzas, un cachito, para dejarte días después más desnudo que antes.
Te invitan a pasear o a compartir veladas y luego se suben a otros bondis y te quedás plantado, sin riego ni sol.
Pasan los días y vuelven sumergidos en sus propias galaxias y te dan un "¿todo bien?" como si nada hubiera sucedido. Y lo volverán a hacer si lo permitís.
Y entonces desayunos de dar un vuelco y almuerzos de un poco de transformación, meriendas de vida en armonía y cenas de un poco de ilusión. Y después, a sentir que son parte de un pasado cercano, de risas y brindis y nada por redescubrir. Nada. Solo el recuerdo y la ausencia, aunque la presencia de los que siguieron lo tornan todo más factible de tan solo estar.

Diego TL
img: Sebastián Scott

Haz lo que yo y no lo que yo



Haz lo que yo y no lo que yo
Me aconseja y tiene todos los dientes manchados
Me aconseja y se fuma dos paquetes por día
Me aconseja y come hamburguesas, huevos fritos, papas fritas
Me aconseja, pero el vino en la mesa
Me aconseja, va al templo para curar
Me aconseja, se persigna para curar
Me aconsejan y siguen maltratando a sus hijos
Me aconseja y claro ahora es un anciano simpaticón
Me aconseja y se olvidó de pagar las deudas
Me aconseja y siempre primero otro
(ya lo dijo el servidor: a vos no tienen que comprarte)
Me aconseja y no para de comer
Me aconseja y los porros del amanecer al anochecer
sin prisa y sin pausa, ido
Me aconseja y jamás una atención
Me aconseja y siempre tiene un rollo, jamás escucha
Me dice que su amor, que su mamá, que su papá, que nada y todo,
jamás pregunta, desaparece hasta su próximo problema
Me dice que su amor tiembla y que lo desespera,
y sin embargo las instantáneas de amor inundan las redes
Me dice que hagamos esto o aquello y luego brilla por su ausencia
Me dice que aprovechemos el día y se levanta a las mil
Regala una montaña de grafitis positivos y no habla con su familia
Regala un sinfín de caras de amor y no habla con sus amigos
Regala invitaciones y nunca atiende el portero
Regala promesas y fantasías
Regala frases y revoluciones
Siempre escapa, siempre se escapa del compromiso de la ocasión
Siempre se fuga en misteriosos cuentos y se aferra a los peores fantasmas de su pasado
para volver a caer no despegar nunca jamás
Siempre se esconde en su caparazón aunque te mande señales de que hay que avanzar
Nunca afronta nada
Nunca juega el juego
Nunca una caricia al escuchar o una palmada de entender
Nunca siempre siempre nunca
Siempre es nunca, o casi


Diego TL

img: Sebastián Scott

Joni Mitchell se cuela en los oídos como despertando el sueño

Joni Mitchell se cuela en los oídos como despertando el sueño.
Nada es real. Solo vos y yo.
No lo son los 870 contactos del face.
No lo son los que solo se taran de hablar de ellos y sus rollos.
No lo es la risa que propone un cambio, una esperanza de transformación
si cuando cuenta la guita se olvida de lo que dijo.
No lo son las promesas de visita cuando si hay luz la gente sube.
No lo es adelantarte una desgracia; bah, un serio inconveniente, y al día siguiente obrar como si lo que te contaron ayer nunca hubiera pasado. ¿Bipolaridad? ¡Tripolaridad!
No lo son ni los ME GUSTA que se ponen, en una red, a un video que dura por lo menos 3 minutos o a un texto cuya lectura es de casi 5 cuando el signo positivo, ese me gusta, aparece en menos de 1 minuto del posteo. ¿Viste? ¿Qué viste? ¿Qué leíste? ¿Qué es eso? ¡Poner por poner! Estar de tan solo estar.
No lo son cuando te cuentan un enrollante lío y al día siguiente cambian de tema como si una dimensión en paralelo se hubiera impuesto de repente y se olvidaron, ya está, de LA GRAN COSA.
Nada es real de lo que no queramos ver, vos y yo. Lo demás es lo que es, solo eso, gotas de una fantasía que nos salpica y que aprendemos a secar, cada vez, más rápidamente.
El juego de los conocidos que se tornan amistades y de las amistades que se tornan desconocidos y contar con los dedos de una mano las dulces voces que nos cobijarán estando, aportando, acompañando, soportando nuestro peso de lágrimas en sus hombros. Pocos. Simplemente, pocos. Los demás, que sigan en su carrusel de mundo. Y miren los dulces posteos como si la risa de la foto del día dijera que TODO ESTÁ MUY BIEN.
Mirar la superficie, no vaya a ser que esta vez tengan que comprometerse con uno.
Joni Mitchell viste la canción con su espesor de sensaciones, regalos que solo vos y yo podemos acoger. Otras orejas, otras mentes, otras almas, quizá, se animen a mirar ambos lados ahora. O nunca. Y vivan en sus metafísicas mentiras de temores y desamores.
Nada es real, solo la verdad. Nuestra verdad. Nuestra ilusión. Nuestra huella reflejada en ese tatuaje compartido, golondrinas que parten hacia la primavera y retornan al infinito del amor.


Diego TL
img: Sebastián Scott

Plazas

Plazas. 
Anochecer. 
Doy vueltas.

Mente sana en orejas con música.
Veinte metros, se cuelan los aromas eucaliptus. Otros metros más, me inundan pinos y lavandas. No piden permiso, solo se meten nomás.
Girar a la izquierda para descubrir otros eucaliptus, jacarandás y una parcela regada que desprende ese sabor a pasto recién cortado.
Andar varios metros más para rozar con la mano, acariciar, refregar, la áspera hoja del malvón y tocarme la nariz para irme en ese instante -un flash, un despertar y volver aquí- al patio de la infancia.
Volver a girar y descubrir que otras flores se confunden, entre frutales y árboles que no podría definir, y andar y girar cuantas vueltas sean necesarias y comenzar a percibir otros aromas, otras flores, cercanía, más dulces, más inciensas, esas fragancias que empiezan a reflejar los atardeceres de los parques, los anocheceres placeros, el aroma, la flor.
Se torna cotidiano en cada corrida diaria. Se torna parte del paisaje y de los aromas naturales, y es natural también, y están relajados tres pibes, dos chicas, un par de adultos dispersos, un grupo de jóvenes. Y ríen. Y se cuelgan. Y saludan. Y te invitan; ese compartir como el café, como el trago de la esquina.
Un joint, faso, finito, troncho, caño, fasito, chino, univercho, maría, la tía, damián, hachís, cannabis, marihuana.
Neones que delatan ojos, y sonrisas marcadas y rostros perdidos, pero aquí y ahora, y una voz inquisidora pudriéndolo todo. Y el dedo amenazante indicando culpables. Y los gestos despectivos hacia esos aromas marginales mientras se recuestan -esas inquisidoras voces, esos amenazantes dedos, esos despectivos gestos, que son mucho de paquetería, recato y desconocimiento- en sus queridos y aceptados y recetados psicotrópicos: alplaxes, rivotriles, tranquinales, foxetines, quetiazics, clonagines, clonazepanes, atenixes, trapaxes, somits, lexotaniles, ¿rohypnoles? -¿existen aún?-... nicotinas con la dosis permitida de amoniaco para facilitar la adicción y auspiciar la asimilación en pulmones y cerebro... whiskies y todos los tragos permitidos para adulterar el hígado... cafeína de placeres... cocas que desoxidan tornillos y estómagos... colas en farmacias, psiquiatras, recetas, "no hagas esto, pero yo hago aquello"... marlboros, parisienes, luckys convertibles...
Me fui. Me voy en los aromas de mi música. A ningún lugar y a todas partes. Y vuelvo al placer del cuerpo sano con orejas musicales, y andar y redescubrir que la furia es la frustración y esa frustración es no animarse a más. Entonces, los fracasos por estar enrollados veinte o treinta años en matrimonios de camas separadas, infidelidades, culpas y perdones. Querer esto, pero hacer lo que sustenta y da estabilidad. Y así perder el sueño, los sueños, las ganas de avanzar, de subir cada día un escalón más hacia aquello que llaman felicidad, que no es más que ser y hacer y deshacer, desenroscar y volver a intentarlo. 
Es fácil. Solo basta que lo creas, que te animes a correr las vueltas del corazón, tic tac tic tac, porque el reloj deja de marcar las horas, toc toc toc toc y todo se apaga, se oscurece, se derrite, se descompone, se agusana, se esfuma. 
Carpe Diem.



Diego TL
img: Sebastián Scott

Amanecer de grises y descargas a 220

Amanecer de grises y descargas a 220. 
El bus que no viene y la espera se torna bestial.
Luego, amuchados entre los olores a sobaco y los gases que lo hacen brutal;
ventanillas cerradas por el frío mental de los sentados y algunos mal alientos para

empequeñecerme.
Después, pensar en todo lo pasado ayer.
Una simple discusión de egos; ese monstruito que intento contener y derrotar, sin embargo vuelve para azotarme por un rato y enfrentarme a las cosas simples que se podrían definir con un escucho y doy.
Antes, son batallas de labios dictactoriando todo. Hablo yo. Hablás VOS. Primero Yo. Luego, venís Vos. Te dije YO… vos… la Nada… da… aaaaa… a… Ecos. Ecos de la nada misma, sin mirar reflejos hacia adentro, solo elevar la voz.
Vuelvo al hoy, donde las perlas de la noche se acumularon en mis bolsillos y pesan. 
Y vuelvo a razonar y trato de entender. Y mejor no trato ni entiendo, si unas disculpas son mejor que seguir decepcionándote con argucias y malinterpretaciones.
Más tarde, recorrer el parque y observar un picnic. Una docena de mujeres, algunos niños correteando, varios hombres de pie: todo en torno a la niña. Y la sorpresa. Entre jugos y salados, llega la torta, la chispa para elevar los deseos y la llama para soplar sueños. Todos cantan en torno a ella y ella ríe y canta también y celebra la vida, desde su imperfección física, desde su silla especial, detrás de las gafas necesarias para observar las caras de alegría de quienes baten palmas y enriquecen la partida estando de tan solo estar.
Me siento un instante para sacar una foto sin disparar el celular, solo mis ojos. Atesorarlo en mi recuerdo y darme cuenta que no vale la pena discutir por nimiedades ni hacer un karma de las cosas que siempre tendrán algún tipo de solución. 
Como dijo alguna vez un sabio, recorrer los pabellones de hospitales me trae de regreso a una realidad que ni me comía tanto ni me vomitaba tantas pálidas como creía. Si al fin y al cabo, mientras duramos hay que seguir plantando flores para sentir su flor.


Diego TL
img: Sebastián Scott